Diario de un Reportero
Ramsés Ancira*
Ilustración originalmente publicada en El Economista, España |
Maestro JBC
Juez P.P. para Delitos no Graves en la Ciudad de México.
La fabricación de culpables es
un deporte del sistema judicial mexicano.
Se usa notoriamente cuando se
trata de los ilícitos sensibles a la sociedad, que las autoridades no pueden
resolver en forma científica y creíble; se apoya en torturas, aunque la teoría
dice que la confesión jamás pueda ser usada en perjuicio de los inculpados; pero
también con mayor frecuencia sin que nadie se dé cuenta, simplemente porque el
delincuente fabricado acepta con resignación su destino.
He leído con toda la paciencia
posible, confesándole mis carencias de
conocimiento jurídico, su sentencia que a la letra dice “Se constata de manera
plena que el acusado simuló un acto jurídico consistente en un contrato de arrendamiento
de fecha…”
Y así durante más de cincuenta
hojas va desglosando una parte del proceso, la que conviene a quien ha decidido
tomarle el pelo con un escandaloso fraude procesal, e ignorando todos los
argumentos de la defensa, descalificándolos plenamente “Al no encontrar
elementos de comprobación alguna que los apoyen, pues de sus señalamientos, y a
consideración del suscrito, no se encuentran sustentados con prueba fehaciente
alguna que los haga creíbles, evidenciándose que esas declaraciones, que sus
testimonios, son vertidos con el único fin de verse deslindado de toda
responsabilidad penal”
En siete palabras hay que estar
totalmente de acuerdo con usted y estas son: “Al no encontrar elementos de
comprobación alguna” y es que ignora usted el hecho principal, que es el que el
contrato depositado en un juzgado civil fue sustraído, robado, debería ser la
palabra más exacta, con el objetivo claro y evidente de realizar un fraude
procesal, acusando dolosamente de fraude
procesal.
Se lo explico de manera más
clara: En el año 2009 se pidió la copia de un contrato de arrendamiento a fin
de reproducirlo en todos sus términos y evitar un mayor papeleo. Esta copia se
le entregó a quien se ostentaba como administradora del edificio ubicado en
Antillas 320-7 colonia Portales y quien firmaba mensualmente los recibos de las rentas, haciéndose pasar
por alguien que no era.
En esa copia del contrato se falsificó la firma del arrendador,
quien había fallecido 3 años antes y luego se la presentaron al perito José
Carlos Orduña Trejo, quien constató que el documento había sido alterado,
aparentemente por la sobre posición de una firma a la original, aunque tuvo el
profesionalismo de aclarar “y debido a su mecánica de ejecución no puede
atribuirse a persona alguna”.
Hasta aquí las cosas parecen
fáciles. Había que ir por el contrato depositado en el juzgado, cotejar la antigüedad
de las firmas del fiador y al arrendatario, con las del arrendador, y verificar
que hubiesen sido estampadas en la misma fecha. De acuerdo: el problema es que
ese contrato original había sido
convenientemente desaparecido para los fines de la demandante, quien para
entonces no solo perdería el juicio, que tantas mordidas y mentiras le había
costado, sino que además podía hacérsele responsable del mismo delito que
acusaba, un fraude procesal.
Maestro Blanno, no crea que su
equivocación no pueda ser comprensible, el problema es que en su sentencia
repite una serie de consideraciones subjetivas, que en su consecuencia jurídica son muy
dañinas y sientan un precedente que indica que la justicia sí puede ser parcial
para el que tenga mayores recursos para burlarla.
Dice usted que durante el careo
con la acusadora, esta “no manifestó dudas ni reticencias”, pero sí lo hizo y
evidentemente al consultar a su abogada acerca de si una firma era suya o no.
Tampoco el acusado tuvo ninguna duda o reticencia para señalar la falsedad de
sus dichos, pero estas no son consideradas en su sentencia.
Los testigos de cargo, otros arrendadores
de locales comerciales, no de casa habitación como el que es materia de este juicio, sufrieron presiones como el aumentarles la renta o les reclamaran el fin del contrato.
De hecho ambos, que por cierto eran distintos a los que se presentaron para el
juicio civil, a los que en su oportunidad se descartó como poco fiables,
coincidieron en que el contrato les fue presentado en sus propios domicilios,
lo que debió ser imposible en tanto que por ley este contrato debía permanecer
en resguardo del juzgado civil.
El Perito de la Procuraduría
tampoco recuerda donde vio dicho contrato, solo supone que se lo entregó el
juzgado civil, pero no existe el acuerdo que lo compruebe. ¿Le refrescará la
memoria si le decimos que se lo presentó también a domicilio la parte
acusadora?
Aceptó usted, sin tomarse la
molestia en comprobarlo con expertos que deben auxiliar siempre el trabajo de
los jueces, que ese contrato no correspondía al formato que expedía el dueño
del inmueble ¿Por qué no solicitó el auxilio de expertos en documentoscopía
para cotejarlos con la impresión de contratos similares?
Aunque podría argumentar en docenas de páginas acerca de errores y
omisiones de varias instancias, incluidas las de la defensa, lo importante para
el público en general es que la justicia no está funcionando en este país y los
altos índices de criminalidad con delitos de cuello blanco, no se van a
resolver fabricando culpables, sino por el contrario, incrementándose, si las
sentencias siguen dándose solo por criterios subjetivos y no por pruebas.
He dudado muchas horas sí
mencionarlo por su nombre completo o sólo por iniciales, opté por lo segundo
porque los errores de los abogados se archivan, pero los de los periodistas se
publican y ahora con el Internet es muy difícil el derecho al olvido.
Pero una cosa más quiero
expresarle por este medio, ya que nunca tuve la oportunidad de ser escuchado en
persona. Un juez, para ser imparcial, siempre debe atender a ambas partes y
usted solo recibió a una. Valoró cuidadosamente, me consta, todos los
argumentos de una parte y desestimó consistentemente los de la otra. Al final
sí hay un hecho contundente e incontrovertible: el documento base que
permitiría una decisión científica está desaparecido y se ha hecho todo un
juicio atendiendo una fotocopia dolosamente alterada para fabricar una culpabilidad.
No se vale y en el Tribunal Superior se hará valer.
*El autor
es premio Bellas Artes Carlos Montemayor de literatura testimonial por el libro
Reportero
Encubierto basado en estos hechos.
Comentarios
Publicar un comentario
Te alentamos a hacer comentarios o consultas en este espacio mismas que no serán publicadas a menos que así lo solicites. No dejes de darnos tus datos de contacto.